10 jun 2009

DALE ABORÍGEN!!


Las evidencias etnohistóricas han demostrado que los aborígenes prehispánicos mantuvieron estrechas relaciones interétnicas gracias al comercio. Los llanos de Barinas, Portuguesa, Cojedes y Apure fueron una encrucijada estratégica entre la cordillera andina, la costa caribe y la cuenca del Orinoco. Allí se produjeron contactos culturales y comerciales en los que se utilizaba como medio de canje monedas de conchas de caracoles de agua dulce o quiripa. Estos intercambios tenían lugar a través del establecimiento de redes comerciales, como fue el caso de las playas de tortugas y el mercado de pescado del Orinoco medio, las playas de tortugas del río Guaviare y el mercado de curare del alto Orinoco.

A partir de 1545, las poblaciones aborígenes fueron sometidas al régimen de encomiendas y los caribes en particular, fueron sujetos de cautiverio y esclavitud por Real Cédula de agosto de 1503. Durante el siglo XVIII era frecuente que los aborígenes huyeran de los conquistadores buscando la protección de la selva y que la población decreciera, entre otras causas, por las enfermedades, las guerras, los maltratos o los servicios personales prestados en las encomiendas.


Actualidad

La población aborigen actual está distribuida en 4 familias lingüísticas: Caribe: akawaio, mapoyo, yabarana, yekuana, eñepa (panare), pemón, kariña y yukpa; Arawak: aruaco, wayuu (guajiro), añú (paraujano) y los arawak del Río Negro (curripaco, guarekena, baré, piapoco y baniva). Independientes: guahíbo, warao (guaraúno), cuiva, yanomami, hoti y yaruro; y Chibcha: barí.

Lengua Caribe

Los Akawaios: Son apenas unos 800 individuos llegados a Venezuela del Esequibo, a raíz de la rebelión de Rupununi en 1969 y actualmente están ubicados en San Martín de Turumbán, frente a Anacoco y en caseríos dispersos a lo largo del eje carretero El Dorado-Santa Elena de Uairén. Sumamente aculturados, los akawaio han desarrollado cultivos comerciales con formas de organización introducidas por el Estado.


Los Mapoyos: Son un grupo muy reducido y también muy aculturado, que no llega a 200 individuos. Localizados en las cercanías de los panares, en un caserío ubicado en las sabanas entre los ríos Caripo y Villacoa en el distrito Cedeño del estado Bolívar, estos indígenas han tenido en lo que va de siglo una brusca aculturación a raíz del establecimiento en la zona de empresas extractivas de sarrapia, balat· y chicle. Los mapoyos hablan castellano, y sus cosechas de arroz, maíz, yuca, caraota, ñame y batata son comerciales. Los yabaranas: localizados en las cercanías de San Juan de Manapiare en el estado Amazonas, conforman un grupo de unos 300 individuos en vías de extinción.

Los Yekuanas (Maquiritares): Localizados en las riberas de los ríos Caura y Paragua y sus afluentes, en el estado Bolívar, y en las márgenes del Ventuari, Cunucunuma, Padamo y Cuntinamo y sus afluentes, en el estado Amazonas, con un total de población que en 1974 no llegaba a los 4.500 individuos. Maquiritare es una designación de los misioneros, mientras que yekuana es una autodenominación que expresa un origen común; estos indígenas creen que sus antepasados provenían de un cerro de los alrededores que tenía ese mismo nombre. Los pueblos de las cabeceras de los ríos han estado más alejados del contacto con la población criolla que los pueblos ribereños. La economía combina la recolección de especies comestibles, la horticultura, la caza y la pesca siendo además artesanos de una cestería de gran valor estético. El pueblo es una unidad política que reúne unas 60 personas bajo el control de un jefe con un liderazgo que «...es legítimo pero carente de coerción». En otras palabras, el jefe no puede cumplir su voluntad si encuentra oposición entre los pobladores. Su sabiduría consiste en dar el ejemplo y persuadir a los demás para lograr decisiones equilibradas en beneficio del bien común y de la armonía. En la sociedad yekuana las divergencias y conflictos son superados mediante estrategias definidas, tales como poner a circular rumores o chismes; efectuar monólogos en los que el agraviado, de madrugada y cuando sus familiares permanecen en sus hamacas, expone en voz alta sus quejas para que todos le escuchen o, en casos extremos, recurrir al aislamiento temporal emprendiendo viajes imprevistos a buscar alimentos. En la actualidad y a raíz del contacto, han surgido entre estos indígenas grupos evangélicos y católicos.

Los Eñepas (Panares): Están localizados al S de Caicara del Orinoco en un área de 18.000 km2 entre los ríos Cuchivero y Suapure en el estado Bolívar; la población, dispersa entre los asentamientos criollos de la zona, alcanza unos 3.000 individuos. Estos indígenas son agricultores de tala y quema, pescan, cazan y recolectan frutos silvestres, y mantienen con los criollos desde comienzos de siglo relaciones comerciales muy estrechas. La fabricación de cestos, realizada por los hombres, es la actividad comercial por excelencia. Los ingresos que de ella derivan les ha permitido adquirir productos industriales, sin alterar sus formas de organización económica tradicional. Al incrementarse la demanda de esta artesanía las técnicas de elaboración se diversificaron y los motivos decorativos aumentaron su riqueza estilística. La cestería representa así, para estos indígenas, el principal vehículo para establecer sus relaciones sociales y comerciales con las poblaciones criollas de los alrededores.

Los Pemones: Localizados en la región SE del estado Bolívar en la Gran Sabana, abarcan aproximadamente 20.000 individuos. Desde 1930 los capuchinos han adelantado entre ellos un programa misional muy intenso y han fundado 4 centros de importancia: Santa Elena (1931), Kavanayén (1942), Kamarata (1945) y Uonkén (1959). A la influencia del catolicismo se suma la influencia protestante en el S de su territorio, y con ella, la formación de comunidades pemón típicamente adventistas que difieren radicalmente del resto de la población. Entre los pemones han surgido movimientos religiosos tales como el Aleluya, el Chochimuh y el San Miguel, los cuales han dado origen a un sincretismo en el que se combinan elementos éticos, espirituales, cosmológicos y prácticas rituales de la cultura pemón y de las nuevas religiones. No obstante los cambios ocurridos a raíz de los programas misionales, el parentesco y las relaciones comerciales siguen siendo entre los pemones fuentes de integración social.

Los Kariñas: Localizados en los llanos orientales en la zona central, tienen una población que alcanza los 11.000 individuos. A raíz de la explotación petrolera y la extracción del hierro, estos indígenas han sobrevivido a uno de los más drásticos procesos de cambio sociocultural, ocurridos entre las sociedades aborígenes venezolanas en lo que va de este siglo. Los yukpas: conocidos en la literatura como los «motilones mansos», abarcan unos 4.000 individuos y habitan en la sierra de Perijá, en el estado Zulia. Integrados por los subgrupos irapa, japreria, macoíta, parirÌ, shapor&Mac250;, viaski, wasana y el pueblo de la misión del Tukuko, este es el grupo caribe localizado más al O del país, por lo que se supone que sus antepasados migraron desde el Amazonas al hábitat actual. Los subgrupos, integrados por familias extensas, forman unidades políticas independientes presididas por un jefe. Los hombres son excelentes artesanos de cestos y cerámicas y las mujeres hilan y tejen el algodón en telares verticales. La economía de los yukpas está basada en el «cultivo rotativo» según el cual, alternan períodos cortos de cultivo con largos períodos de descanso en los que la tierra permanece en barbecho. Los cultivos de cambur, yuca, maíz, ocumo, caraotas y legumbres son realizados de acuerdo con un ciclo que cubre las fases de selección del conuco, tala, quema, cosecha y terreno baldío. La agricultura, fundamento de la subsistencia, es practicada conjuntamente con la caza, la pesca y la recolección de plantas silvestres.

Lengua Arawaka

En lo que se refiere a los grupos de lengua Arawak, todavía sobrevive un pequeño grupo de aruacos, localizados en la frontera con Guyana conocidos como los jokonos en el Delta Amacuro; estos indígenas, cuyo número no llega al centenar de individuos, se encuentran sumamente aculturados. Además de hablar el castellano, conocen algún vocabulario de inglés y se han integrado lingüística y culturalmente a sus vecinos los waraos.

Los Wayuu (Guajiros): Localizados entre Paraguaipoa y Castilletes en la estrecha franja que corresponde a Venezuela en la península del mismo nombre, tienen una población cercana a los 170.000 individuos. Los guajiros se autodenominan wayuu y designan como kusina a otros grupos indígenas de los alrededores (motilón, yucpa) y usan el término alijuna para referirse a cualquier otra persona que no sea ni guajiro, ni indio. Wayuu quiere decir «persona» o «gente». Los guajiros están organizados socialmente en grupos exogámicos de descendencia matrilineal (linajes y clanes), llamados por la población criolla «castas». Existen en la actualidad 25 clanes, cada uno de los cuales tiene un ancestro animal común. Estas unidades de parentesco no son iguales entre sí, puesto que unas tienen, como es el caso de los clanes del tigre o del perro, mayor preponderancia económica y social que las demás. Se pertenece a estas unidades de parentesco por nacimiento. El guajiro no ha escapado tampoco a la transformación urbana y la tradición cultural de aquellos que han estado expuestos a la influencia de las ciudades ha recibido profundos cambios que cada día les integran más y más a sus vecinos, los alijunas de Maracaibo. Las mujeres guajiras han tenido una posición preponderante en su contexto social, en razón del criterio de descendencia matrilineal que rige el parentesco, y de la norma de matrimonio matrilocal o uxorilocal, según la cual el esposo viene a residir en la casa de la esposa o en las cercanías de la suegra. Es necesario notar que los mitos y cuentos guajiros, de una gran riqueza, se refieren al camino que sigue a la muerte, evocan la sexualidad, la adolescencia y las frustraciones de una realidad social, en la que también existen fantasmas.

Los Añús (Paraujanos): Cercanos a los 17.000 individuos, habitan viviendas palafíticas en la laguna de Sinamaica, al NO de Maracaibo, en el estado Zulia; hablan el castellano, se han casado con los criollos y no se distinguen de las poblaciones vecinas.

Los Arawak: Localizados en el estado Amazonas, están integrados por los kurripakos, ubicados en las riberas de los ríos Isana y Guainía y sus tributarios. Estos indígenas constituyen un subgrupo dialectal de los wakuénai. Sumamente apegados a sus ritos, poseen un sistema de expresión musical en el que los símbolos son códigos para interpretar la conducta social. La cosmología, las curaciones de enfermos, la conceptualización de lo crudo y lo cocido, el mundo espiritual, el intercambio ceremonial de comida entre grupos, persisten en el presente a pesar de la traducción al kurripako del Nuevo Testamento por los misioneros protestantes, y a pesar de todos los agentes de cambio sociocultural que existen en la zona. Los guarekenas, localizados en el Casiquiare en la población Guzmán Blanco, en el río Guainía, estado Amazonas, no pasan de 150 individuos. Anteriormente ocuparon asentamientos densamente poblados en el caño San Miguel o Itinivini, tributario del río Negro, pero de estos poblados hoy sólo quedan huellas y una abundante toponimia que en guarekena designa sitios, vueltas del río, lajas, flora y accidentes topográficos. Los guarekenas son plurilingües: hablan castellano, portugués y otras lenguas arawak de los grupos vecinos. Además, poseen un pensamiento mítico caracterizado por la presencia de un movimiento circular entre los puntos cardinales, el cual se pone de manifiesto en la práctica ritual. Los barés: sumamente aculturados, alcanzan un millar de individuos localizados en su mayor parte en Santa Rosa de Amanadona, un pequeño pueblo a orillas del río Negro, en el estado Amazonas. La lengua baré conocida todavía por un reducido grupo de indígenas, se encuentra en vías de extinción. Los piapocos, cercanos también al millar de individuos y en vías de desaparición, están a unos 30 km al S de Puerto Ayacucho; en territorio colombiano persisten todavía algunos núcleos de esta población. Los piapocos tienen conucos para la subsistencia, visten ropas adquiridas a los comerciantes criollos y hablan castellano. Forman familias extensas, practican la poligamia y la residencia postmatrimonial es patrilocal. Los banivas alcanzan igualmente el millar de individuos y, localizados en el pueblo de Maroa y en el alto Isana, se han integrado a la población criolla.

Independientes

En lo que se refiere a los grupos independientes, los Guahíbos están repartidos entre los llanos de Apure, los llanos orientales de Colombia, el valle del Manapiare y las riberas del Orinoco entre Santa Rosa y la desembocadura del Meta. Los Guahíbos tienen una población aproximada de 11.500 individuos, los cuales son sobrevivientes de poblaciones aborígenes que en los llanos mantenían importantes redes comerciales. Estos indígenas se han adaptado al hábitat llanero de acuerdo con 3 estrategias de subsistencia: la caza y la recolección en las zonas interfluviales, el cultivo estacional en los ríos tributarios y los cultivos cíclicos en las riberas de los ríos Meta y Orinoco. Organizados en bandas locales de cazadores y recolectores, estos grupos llegan a tener entre 20 y 50 individuos cuando son nómadas y seminómadas, y pueden pasar de 100 cuando son agricultores sedentarios. La banda local es un grupo basado en nexos de parentesco y en relaciones sociales informales y flexibles, presidido por un jefe que bien puede ser el más anciano o el más capaz del grupo. Las bandas locales se forman alrededor de un núcleo básico de parientes al cual se van agregando otras familias emparentadas por nexos consanguíneos o de matrimonio. La descendencia en estos grupos de parientes es bilateral puesto que se toma en cuenta tanto la línea materna como la paterna. Varias bandas locales integran bandas regionales las cuales, circunscritas en un territorio específico, aumentan el contexto de las relaciones sociales. Gracias a esta modalidad de organización social tan particular, pudieron sobrevivir hasta el presente. Los Waraos (Guaraúnos), cuya población ha sido estimada en 24.000 individuos, ocupan en el delta del Orinoco la zona intermedia de baja salinidad y la franja costera. Pescadores y recolectores, los Waraos en la actualidad habitan todavía viviendas palafíticas en las márgenes de los ríos. La organización económica, basada tradicionalmente en la recolección de los productos del árbol del moriche, pudo adaptarse a los cultivos recientes de ocumo chino (Colocasia antiquorum) para la subsistencia y de arroz para la comercialización, pero no pudo soportar sin disgregarse la introducción del trabajo asalariado y de los créditos agrícolas. Ambos factores al individualizar el trabajo del warao, no sólo debilitaron los vínculos de solidaridad y ayuda mutua que basados en el parentesco, eran fundamento de la cohesión social y económica de la familia extensa, sino que afectaron también la jerarquía tradicional entre jefes y trabajadores, las creencias mágico-religiosas y la importancia social de los curanderos. Los Yaruros, localizados en un número aproximado de 5.000 individuos en los llanos del Apure en las márgenes de los ríos Capanaparo y Sinaruco, se autodenominan pumÈ (seres humanos). Nómadas, cazadores, pescadores y recolectores, la rusticidad de los Yaruros contrasta con la riqueza de sus recuentos míticos y con la profundidad religiosa de sus creencias cosmológicas. No obstante, los cantos ceremoniales han comenzado a extinguirse y con ellos el mundo de los chamanes mediante el cual habían podido hasta ahora enfrentarse a la muerte y a las enfermedades. Los Hotis, cuya población no llega a los 700 individuos, están localizados en el río Kaima y en los caños Majagua e Iguana en la serranía de Maigualida en la zona limítrofe de los estados Bolívar y Amazonas. La subsistencia de estos indígenas está basada en el cultivo de conucos en los que siembran plátano y maíz, en la cacería de animales pequeños, y sobre todo, en la recolección de «miel, larvas, frutas de palma y cangrejos». Organizados en bandas locales, la familia nuclear es «la unidad económica básica». Las mayores presiones aculturativas que en el presente perciben los Hotis, provienen de las misiones protestantes establecidas en la zona desde hace más de una década. Los Yanomamis, cuya población ha sido estimada en unos 15.000 individuos, están localizados en los ríos Mavaca, Manaviche, Orinoco, Ocamo y en el alto Siapa y alto Matacuni en el estado Amazonas. Este es uno de los grupos aborígenes venezolanos que ha permanecido más aislado de las presiones aculturativas que ejerce la sociedad nacional. Hasta hace apenas unos 50 años, los Yanomamis utilizaban hachas de piedra para desbrozar los conucos y sus cultivos de tala y quema tenían una importancia fundamental en la economía. Los nexos de parentesco aún tienen particular relevancia. Así, la comunidad de los parientes es indispensable para ellos, hablan continuamente de su familia, de lo que hacen o dejan de hacer, cada pariente resulta insustituible en este marco de relaciones. Los conflictos entre los grupos locales son violentos porque se producen entre parientes tan ligados entre sí, que no puede haber entre ellos sentimientos neutros: o son solidarios en la amistad o tienen conflictos matizados por el odio. Los Yanomamis tienen además una sabiduría que se vuelca en los mitos. Los chamanes conocen largos repertorios míticos que relatan en forma dramática, bajo el efecto de alucinógenos y con la influencia que ejercen sobre ellos, los espíritus animales, vegetales o naturales llamados Hekura. Los Piaroas, localizados en el Orinoco medio y sus tributarios, también en el Sipapo y en los márgenes del Ventuari, tienen una población estimada en 11.500 individuos. Estos indígenas poseen entre 12 y 15 unidades políticas o territorios, cada uno de los cuales está integrado por unos 5 o 6 grupos locales separados por senderos en la selva que son recorridos por jornadas a pie que duran hasta medio día. El grupo local o unidad residencial, alcanza unos 50 individuos en una gran vivienda de forma cónica, conocida comúnmente como la «churuata». Este grupo local, integrado por familias emparentadas, desempeña en la sociedad Piaroa, diversas funciones puesto que constituye no sólo una unidad de parentesco, sino también una unidad económica, política y ceremonial. Los conucos, distribuidos alrededor de la vivienda comunal y principal fuente de subsistencia son sujetos de derecho de propiedad individual. La caza, la pesca y la recolección de alimentos como un complemento, varían con las estaciones a lo largo del año. El intercambio matrimonial es la institución más importante en el logro de la cohesión social y la perpetuación del grupo.

Lengua Chibcha

Los Barís, localizados en la sierra de Perijá, en el estado Zulia en la frontera colombo-venezolana, son conocidos también como los motilones «bravos»; la designación de motilón aparece por primera vez en fuentes históricas del siglo XVIII y tiene por significado «cortarse el pelo» en clara alusión a la costumbre de estos indígenas de llevar el cabello muy corto. Los barís han sido objeto de un largo proceso de contacto y pacificación desde que la zona fue colonizada entre 1529 y 1622. Las primeras referencias a los motilones datan de esa época. La pacificación tuvo lugar entre 1772 y 1818 y, con la explotación petrolera, entre 1913 y 1960. En la actualidad, la población barí alcanza unos 1.500 individuos. La vivienda, centro de la vida social, es el resultado de una laboriosa construcción en la que se compromete el trabajo colectivo de los hombres. La disposición de las puertas de acceso y la distribución del espacio entre hamacas, los fogones y utensilios, reflejan los fundamentos de la organización social. El jefe de la vivienda Barí ha sido el intermediario en las relaciones extraétnicas con misioneros y visitantes. Los conucos, en los que siembran yuca, cambures, papas, piñas, aguacates y caña de azúcar para la subsistencia, operan de acuerdo con ciclos de cultivo y están localizados alrededor de las viviendas colectivas. La cosmovisión de estos indígenas en la que destacan el origen del universo y de todo lo que los rodea, es expresada en sus recuentos míticos. El ritual, por su parte, tiene gran importancia en la vida social, puesto que la mayor parte de los acontecimientos diarios tales como matrimonios, el fin de la construcción de las viviendas, la pesca, la cacería, la fabricación de hamacas y guayucos, o la fabricación de flechas, son realizados efectuando cantos rituales para la ocasión. Además de los aborígenes descritos, existen 2 grupos de filiación lingüística desconocida en el alto Paragua del estado Bolívar: los Arutanis y los Sapés. Asimismo, todavía existen en la isla de Margarita, en los alrededores de Porlamar, vestigios étnicos de poblaciones Guaiqueríes. Ahora bien, en lo que se refiere a las relaciones entre los indígenas y la sociedad venezolana, el artículo 77 de la Constitución señala que «...la ley establecerá el régimen de excepción que requiere la protección de las comunidades indígenas y su incorporación progresiva a la vida de la Nación...»

Es por tanto, responsabilidad del Estado velar por la protección de las poblaciones aborígenes con miras a su integración. El proceso de aculturación ha transformado a las comunidades aborígenes en poblaciones rurales y urbanas, y los cambios socioculturales han sido de tal magnitud, que pareciera que la desaparición étnica y cultural es inevitable. Los aborígenes pertenecen a una historia que se remonta a 15.000 años a. C. y como están localizados en regiones fronterizas de gran valor estratégico en términos de seguridad y defensa, o en núcleos urbanos y rurales donde se encuentran en pleno proceso de «criollización», es indudable que, ahora más que nunca, la intervención del Estado, de acuerdo con el mandato constitucional que así lo establece, deberá abocarse en los próximos años a lograr una síntesis armoniosa y profundamente humana entre el deber de proteger y el deber de integrar.
M.M.S.



BIBLIOGRAFÍA:

ACOSTA SAIGNES, MIGUEL. ...época prehispánica. Caracas- Madrid: Edime, 1975; __. Estudios de etnología antigua de Venezuela. 2ª ed. La Habana: Casa de las Américas, 1983;

ALVARADO, LISANDRO. Datos etnográficos de Venezuela. Caracas: Ministerio de Educación Nacional, 1956;

ARCILA FARÍAS, EDUARDO. El régimen de la encomienda en Venezuela. 3ª ed. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1979;

ARELLANO, FERNANDO. Una introducción a la Venezuela prehispánica. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1987;

ARMELLADA, CESÁREO DE. Los motilones: raza indómita desde el siglo xv al xx, 1499-1949. Caracas: Tipografía Vargas, 1954;

BECKERMAN, STEPHEN. Datos etnográficos acerca de los bari (motilones). Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1979;

BRETT, WILLIAM H. Indian Missions in Guiana. Londres: George Bell, Editors, 1851;

CHAFFANJON, JEAN. El Orinoco y el Caura: relación de los viajes realizados en 1886 y 1887. Caracas: Fundación Cultural Orinoco, 1986; Contribución a la arqueología regional venezolana. Caracas: Acta Científica Venezolana, 1993;

COPPENS, WALTER. Los cuiva de San Esteban de Capanaparo: ensayo de antropología aplicada. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1975;

DEL REY FAJARDO, JOSÉ Los jesuitas y las lenguas indígenas venezolanas. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1979;

FUNDACIÓN LA SALLE DE CIENCIAS NATURALES, INSTITUTO CARIBE DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA, ed. Los aborígenes de Venezuela. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1980-1988. 3 v.;
FEBRES CORDERO, TULIO. Obras completas. Mérida: Ejecutivo del Estado, 1960. 6 v.;

FERNÁNDEZ YÉPEZ, ALBERTO. Anotaciones sobre los indios rionegrinos de Perijá. Caracas: s.n., 1945;

FLEURI CUELLO, EDUARDO. Guajiro: notas preliminares para el estudio antropológico de los actuales habitantes de la Guajira pertenecientes al grupo guajiro 1. Caracas: Editorial Sucre, 1953;

GILIJ, FELIPE SALVADOR. Ensayo de historia americana. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1965. 3 v.;

GONZÁLEZ ÑÁÑEZ, OMAR. Los guajiros, una cultura indo-hispana. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1973; __. Mitología guarekena. Caracas: Monte Ávila, 1980;

GOULET, JEAN. El universo social y religioso guajiro. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1981;

GUMILLA, JOSÉ. El Orinoco ilustrado y defendido. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1963;
HELLMUD TELLO, ARTURO. Kai-Hia-Mal: vida de los guayqueríes a la llegada de Colón. 2ª ed. Caracas: s.n., 1949; __. Leyendas indígenas guajiras. Caracas: s.n., 1951;

IMTHURN, EVERARD. Among the Indians of Guiana. Londres: Kegan Paul Trench Co., 1883;

JAHN, ALFREDO. Los aborígenes del occidente de Venezuela: su historia, etnografía y aWnidades lingüísticas. Caracas: Monte Ávila, 1973. 2 v.;
KAPLAN, JOANNA. The Piaroa: a people of the Orinoco Basin: a study in kinship and marriage. Oxford: Clarendon Press, 1975;

KOCH-GRÜNBERG, THEODOR. Del Roraima al Orinoco. Caracas: Banco Central de Venezuela, 1979-1981. 3 v.;

LIZOT, JACQUES. El hombre de la pantorrilla preñada. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1975;

LÓPEZ RAMÍREZ, TULIO. Consideraciones acerca del problema indígena en Venezuela. Caracas: Sociedad Interamericana de Antropología y Geografía, 1945;
MANSUTTI, ALEXANDER. Penetración y cambio social entre los akawaio y pemón de San Martín, Anacoco. Caracas: Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, 1981;

MARCANO, GASPAR. Etnografía precolombina de Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1971;

PELLEPRAT, PEDRO. Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en Tierra Firme de América Meridional. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1965;

PERRIN, MICHEL. Le chemin des indiens morts: mythes et simboles guajiros. París: Payot, 1976;
PÉREZ DE TOLOSA, JUAN. «Relación de las tierras y provincias de la gobernación de Venezuela, año 1946». EN: Relación de las tierras y provincias de la gobernación de Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1964;

PETRULLO, VICENZO. Los yaruros del río Capanaparo, Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1969;

RUIZ BLANCO, MATÍAS y RAMÓN BUENO. Conversión de Píritu y tratado histórico. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1965.

ROJAS, ARÍSTIDES. Estudios indígenas. Caracas: Editorial Cecilio Acosta, 1941;

ROUSE, IRVING y JOSÉ M. CRUXENT. Arqueología venezolana. Caracas: Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, 1963;

SALAS, JULIO CÉSAR. Etnografía de Venezuela: estados Mérida, Trujillo y Táchira. Mérida: Universidad de Los Andes, 1956;

SALAZAR QUIJADA, ADOLFO. Onomástica indígena. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello, 1970;
SIMÓN, PEDRO. Noticias historiales de Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1963. 2 v.;

SOCIEDAD DE CIENCIAS NATURALES LA SALLE, ed. La región de Perijá y sus habitantes. [Maracaibo: Universidad del Zulia, 1953];

STRAUSS K., RAFAEL A. El tiempo prehispánico de Venezuela. Caracas: Fundación Eugenio Mendoza, 1992;

TAVERA ACOSTA, BARTOLOMÉ. Venezuela precolombina: contribución al estudio de las analogías míticas, idiomáticas y religiosas de los aborígenes venezolanos con los del continente asiático. Caracas: s.n., 1930;

TURRADO MORENO, ÁNGEL. Cómo son los guajiros; introducción y apéndice del Rvdo. P. Félix M. de Vegamian. Caracas: Tipografía El Compás, 1950; __. Etnografía de los indios guaraúnos. Caracas: s.n., 1945;

VARGAS ARENAS, IRAIDA. Arqueología, ciencia y sociedad: ensayo sobre la teoría arqueológica y la formación económico social tribal en Venezuela. Caracas: Editorial Abre Brecha, 1990;

WAGNER, ERIKA. Los pobladores palafíticos de la cuenca de Maracaibo. Caracas: LAGOVEN, 1980;

WICKHAM, HENRY A. y JULES CREVAUX . El Orinoco en dos direcciones: relatos de viaje de sir Henry Alexander Wickham, 1869-1870 y Jules Crevaux, 1880-1881. Caracas: Organización Orinoco, 1988;

WILBERT, JOHANNES. Indios de la región Orinoco-Ventuari. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales, 1966.

1 abr 2009

LAS VERDADES DE HERÓDOTO Y CLÍO

Quienes, como estudiantes, hayan transitado por la escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela, se han topado en algún momento con el best-seller antiguo del Padre de la Historia. Como algunos de los pasajes bíblicos, la obra de Heródoto se presta a diferentes interpretaciones. Recuerdo que cuando la discutimos en el aula de clases, cada uno de nosotros tenía una idea distinta de la obra y del autor. Lo que intentó hacer aquí es sólo plasmar la mía, que no deja de ser superficial, pero que luego de varias lecturas del libro primero, es la conclusión sucinta de lo que pienso de la obra y su autor.
Heródoto de Halicarnaso fue historiador y geógrafo, se dice que nació en la antigua ciudad de Halicarnaso, que si bien quedaba en Asia Menor, era una colonia griega. Vivió durante gran parte del siglo V a. C. Se le considera el Padre de la Historia, y legó a la humanidad uno de los escritos más fascinantes de la antigüedad: Los Nueve Libros de la Historia. No existen más escritos de Heródoto que hayan llegado hasta nuestros días. Sus Historias, como también se le conoce a su obra, apareció en el año 444 a. C. Cada uno de los nueve libros que componen la obra, lleva como título, el nombre de una musa griega: Clío, Euterpe, Talía, Melpóneme, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania, Calíope.
Después de leer el libro dedicado a la primera musa, creo que he podido extraer algunos datos que me permiten entender mejor la obra de Heródoto. Considero a Heródoto un humanista, porque en medio de una época donde lo mítico formaba parte de la mayoría de las mentalidades, valoró la participación del hombre en la determinación de su destino. Mucho se le critica por narrar hechos legendarios en su obra, pero, me parece, que la intensión de Heródoto no es la exposición de la verdad, sino, dejar testimonio de los sucesos que ocurrieron antes de su época, tal cual, él los investigó o se los transmitieron; probablemente no creía todo lo que su libro dice, pero lo dice todo.
Este antiguo historiador tiene un estilo de narrar que se asemeja a la poética, es una obra en prosa, porque la poesía tenía una fuerza para el conocimiento parecida a la que llegaría a tener más tarde la filosofía o la ciencia: época donde la poesía era el mejor medio para expresar el mundo; donde la poesía trágica y el teatro, colmaban los famosos foros griegos antiguos. Por tanto, ese debía ser el estilo más apropiado para Heródoto en la narración de su discurso; también para el gusto del lector en aquella época.
Creo que no tiene un método en la exposición; aún así, no deja de ser coherente en la narración. No hay un tema central, pero lo más destacado de su obra son las primeras disputas entre griegos y bárbaros hasta el final de las Guerras Médicas, por ello, Herodoto quiere llevar al lector, en Clío, a conocer los dos primeros grandes pueblos bárbaros del antiguo Asia Menor: lidios y persas. Pero, además, a través de esos dos grandes pueblos deja ver a dos grandes hombres: Creso de Lidia y Ciro de Persia; y la victoria de este último sobre aquel, que contribuyó aún más con la grandeza del pueblo persa.
En cuanto a su concepción de la historia, ésta era cíclica: los pueblos nacen, crecen y mueren, dando lugar, a su vez, a que el fenómeno se reproduzca en diferentes épocas y pueblos.
Me parece, que estos son puntos claves para entender, someramente, los Nueve Libros de la Historia, y que tomándolos en cuenta, harán que el lector amateur confiera el valor que merece la obra; de otro modo, sólo verá en Heródoto a un echador de cuentos, que podría parecer incluso un novelista, más que historiador.

FÉLIX OJEDA

4 mar 2009

ESQUEMA SOBRE LA IMAGEN EN LA OBRA DE FELIPE SALVADO GILIJ: “MODO DE HACER EL PAN LLAMADO CAZABE”



Gráfica nro. 1 - Mateo González, Modo de hacer cazabe de los indios del Orinoco, del libro de José Gumilla, Orinoco Ilustrado y defendido. España, 1791.

Gráfica nro. 2 - Dibujo di Nicoló Guerrini y grabado de Francesco Faccenda, MODO DE HACER EL PAN LLAMADO CAZABE, del libro de Felipe Salvador Gilij, Ensayo de Historia Americana, Roma 1782


Datos del documento.


Nombre.
Modo de hacer el pan llamado maíz.

Fecha y lugar del documento.
Roma, 1782.

Descripción del documento.
Versa sobre un grabado aparecido en la obra, Ensayo de Historia Americana, del misionero italiano Felipe Salvador Gilij. En el grabado, se visualizan cinco mujeres dedicadas a la elaboración de alimentos. Dos de las mujeres se ocupan de elaborar cazabe: una de ellas raya la yuca y; la otra exprime la pulpa en el sebucán. Las mujeres restantes, en un mismo pilón, producen harina para elaborar arepas. También se observan dos viviendas de paja bien elaboradas. El dibujo y el grabado, Modo de hacer el pan llamado maíz, estuvo a cargo de Liboro di Nicoló Guerrini y Francesco Faccenda, respectivamente, en el taller romano de Luigi Perede, en 1782.

Naturaleza y circunstancias del texto

El documento ―que en este caso se trata de una imagen―, podríamos decir que es la obra de tres autores. Apareció publicado en la obra del misionero jesuita Felipe Salvador Gilij, y fue elaborado por él conjuntamente con dos artistas en Italia. Es un grabado inspirado en la estética neoclásica, una tendencia artística que imitaba las formas antiguas y que recuerdan a las estatuas grecorromanas. Del mismo modo que en las esculturas griegas, la mirada de las mujeres se dirige a otra parte que no es la de sus ocupaciones, como si sus miradas se perdieran en la lejanía del horizonte. El cabello es finamente ondulado, a la moda de la antigüedad. Más que indígenas, las mujeres del grabado se asemejan a las Musas Griegas.
Para reproducir las imágenes grabadas en el libro de Gilij, los artistas se valieron de la técnica del buril, un método de impresión muy popular durante el siglo XVIII, que consistía en hacer incisiones a una plancha de metal, en esas incisiones de la plancha se depositaba la tinta.
Parece muy probable que el mismo Gilij haya participado en la elaboración del grabado. Luego de decretarse la expulsión de los judíos de los territorios americanos, Gilij volvió a Italia y ejerció como docente universitario, pero se vio obligado a acatar el decreto de extinción de la Compañía de Jesús en 1773. “…Residenciado en Roma, comparte el ocio forzado del destierro con su vocación de escritor orinoquense…”.
Dejando de lado las figuras imaginarias de las mujeres indígenas en el grabado, las cuales parecen cumplir más un rol estético en el diseño; el resto de la impresión es verosímil. Lo que deseaban los artistas italianos era mostrar el proceso productivo para la elaboración de alimentos. Como refiere Carlos Siso, autor de uno de los primeros trabajos dedicados al estudio de la población venezolana, las mujeres eran las encargadas de las funciones domésticas en las comunidades indígenas: “En las tribus indias los hombres se dedicaban a la guerra, a la caza y a la pesca, y las mujeres eran las que se ocupaban de cultivar el conuco, de sembrar el maíz y la yuca, de las labores de la casa y de todo cuanto era necesario…” . Por otra parte, puede que el diseño de las vestimentas no fuera como aparece en el grabado; pero es cierto que las comunidades indígenas misioneras utilizaban finas vestimentas, esto también lo refiere Siso: “Los indios establecidos en los `Pueblos de Misiones´ llegaron a tener tal perfección en sus oficios, que los misioneros se jactaban de que ellos estaban mucho más adelantados en los ramos de las industrias de carpintería, herrería, zapatería, curtimbre y tejidos de telas, que los obreros de las ciudades…” . Más adelante, este mismo autor, citando al Superior de las Misiones del Caroní agrega: “Nos sorprendió, decía el Prefecto de las Misiones Catalanas del Caroní, la llegada de España en el año 1765 de algunos legos tejedores y carpinteros, porque en todas las Misiones de esta provincia abundan los telares, los tejedores y carpinteros…” . Esto demuestra que, además de abundancia de telas y buenos tejedores para la época en que se encontraba Felipe Gilij en las Misiones del Orinoco, poseían hábiles carpinteros, por lo que es muy probable que las viviendas de los poblados indios hubieran sido bien elaboradas como aparecen en el grabado.
Desde la época en que Gilij estuvo en las Misiones del Orinoco, el proceso de elaboración del casabe casi no se ha alterado. A pesar de existir en la actualidad técnicas industriales para hacer el casabe, la única modificación ha sido prescindir del sebucán por una prensa moderna. El resto del proceso de producción casi no ha variado de como lo describe Gilij.
La materia prima para la elaboración del casabe es la yuca. De ella se elabora desde la época precolombina el casabe, torta seca, delgada y blanca, con poco almidón y rica en fibras, sustituto del pan en casi todo el oriente y sur de Venezuela. De la yuca se conocen dos tipos: yuca dulce y yuca amarga. La yuca amarga, o yuca brava como también se le conoce, es la variedad de la que se obtiene el casabe. Su nombre se debe a la alta concentración de ácido cianhídrico que posee esta raíz, este ácido hace que la yuca amarga sea altamente venenosa, como afirma Gilij: “El tallo de las yucas dulces ordinariamente es blancuzco. Pero se hallan agrias que lo tienen también blanquísimo. Es necesario, pues, para no equivocarse, tener cautela, ya que se puede tragar un veneno si se come de la agria (…) El jugo de sus raíces, del cual diremos en otro lugar, es un veneno potentísimo”. El modo de preparar el casabe no es mencionado por Gilij, suponemos que no dio detalles al respecto por conocer la obra del Padre José Gumilla, que al igual que Gilij, escribió su relación de las Misiones orinoquenses pocos años antes que Gilij, en 1741, y con el cual Gilij compartió estadía en el Alto Orinoco y quien si hace detallada descripción del modo de preparar el casabe.
Los aborígenes lograron descubrir hábilmente el modo de extraer el veneno de la planta a través de un ingenioso instrumento: el sebucán. El sebucán es un tejido tubular alargado hecho con fibras de palma de moriche y con un asa en cada extremo.
El primer paso para la elaboración del casabe es rallar la yuca, para esto los indígenas contaban con un rallo de madera alargado que llegaba desde el suelo hasta poco más arriba de la cintura, dentado con piedrecillas afiladas, astillas de hueso, gruesas espinas de pez incrustadas y pegadas con resina. Luego de rallar la yuca, la pulpa, era introducida en el sebucán y, recibiendo presión contraria en ambos extremos, arriba y abajo, se extraía el mortífero veneno llamado yare, con el cual los indígenas preparan salsas y bebidas alcohólicas, luego de ser sometido a proceso de cocción. Una vez extraído el jugo venenoso, de la pulpa se hacían tortas redondas para ser colocadas sobre un budare ya caliente, y allí se dejaban cocer por ambos lados aproximadamente tres minutos. Una vez lista la torta, se ponía al sol o se comía fresca.
El grabado aparecido en el libro de Felipe Gilij sería reproducido casi una década después, en 1791, para la tercera edición del libro de José Gumilla, llamado El Orinoco Ilustrado y defendido. El grabado fue obra del español Mateo González (Arriba-Gráfica nro. 1), el estilo elegante del neoclásico se perdió, ya no aparecen unas mujeres que encarnan diosas griegas; sino más bien unas campesinas europeas despojadas de ropa.
La obra que mejor recoge la información acerca de los grabados, tanto de Gilij como de Gumilla, y otra serie de grabados realizados durante el período colonial es Retrato hablado de Venezuela, escrita por el historiador guayanés Rafael Pineda. Es un estudio de lectura ameno, contiene una variedad importante de grabados coloniales y resulta una fuente imprescindible para la investigación histórica de las imágenes en Venezuela.


El momento histórico

Las expediciones de reconocimiento de europeos en el río Orinoco fueron tardías y estuvieron asociadas a la idea de encontrar las fastuosas riquezas de El Dorado. Por el Bajo Orinoco, es decir, la parte norte donde esta su desembocadura en el Atlántico, desfilaron a partir de finales del siglo XVI las naos de los españoles Diego de Ordaz, Alonso de Herrera, Jerónimo Hortal y Antonio de Berrios, junto al pirata inglés Walter Raleigh. Estas primeras expediciones no aportaron nada a la colonización del territorio guayanés. En el Alto Orinoco, en febrero de 1569, saliendo de Santa Fe de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada inicia una expedición buscando El Dorado hacia Guayana; al cabo de dos años y medio, regresa junto con sus acompañantes a Bogotá.
La provincia de Guayana unida a la de Trinidad desde 1585, dependería de la provincia de Santa Fe desde 1591 hasta 1729. En ese año, mediante una real cédula, Guayana pasó a formar parte de la provincia de Nueva Andalucía, desapareciendo como provincia. En 1762 se creó otra vez la Provincia de Guayana y se decidió que Guayana nuevamente sería parte de Santa Fe, que para ese momento se había convertido en virreinato. Para 1766 pasa definitivamente a formar parte de la provincia de Caracas.
La colonización de la franja sur del Orinoco fue obra casi exclusiva de los misioneros jesuitas; pero para establecerse se toparon con serias dificultades. En 1669 bajaron desde Santa Fe de Bogotá por el río Meta los frailes Antonio Monteverde y Antonio Castán, y fundaron cerca de donde se une el Meta con el Orinoco el pueblo de Nuestra señora de Sálibas; pero no duró mucho esa misión, pues al año siguiente fallecieron los misioneros.
Luego de varios intentos fallidos por establecerse en las márgenes del Orinoco, en 1679, los Superiores de la orden jesuita en Santa Fe dispusieron enviar a los padres Ignacio Fiol y Felipe Gómez. Las noticias alentadoras de estos frailes, llevaron a los Superiores a enviar otro contingente de frailes a esa región, los cuales llegaron en 1682. Pero una rebelión de los indios destruyó los establecimientos misioneros, incendiaron los poblados y asesinaron a los frailes, salvándose sólo el Padre Julián Vergara. A raíz de este tropiezo los Superiores jesuitas detendrían su acción colonizadora en el Alto Orinoco.
La aventura colonizadora fue retomada años más tarde, al principio del siglo XVIII, por la valentía del Padre José Gumilla. La proeza de Gumilla se mantuvo por su celo de mantener escolta militar en los poblados misioneros, para contrarrestar las arremetidas belicosas de los caribes, estas primeras comunidades se componían de población indígena y estaban apartados de las poblaciones españolas. Gracias a la eficiente labor de Gumilla, los jesuitas pudieron establecerse en el Alto Orinoco, y más tarde, comenzarían a llegar más misioneros, entre los que se cuenta el Padre Felipe Salvador Gilij.

El autor y la obra

Felipe Salvador Gilij era natural de Italia, nació en Lagogne, en 1721. Perteneció junto a Gumilla, a la generación de ilustrados jesuitas. Se graduó de filosofía y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá y luego fue misionero durante diecisiete años en el Orinoco. Durante este tiempo, Gilij logró compenetrarse íntimamente con el mundo indígena. Fue después rector de colegios religiosos en Potenza y Orvieto y colaborador en La Idea dell`Universo, obra famosa de Lorenzo Herbás y Panduro.
Buena parte de la obra de Gilij se ha perdido. Su Ensayo de Historia Americana, tiene un valor incuestionable para la historia de la región del Orinoco. Su crónica se sale de lo habitual para la literatura de la época al considerar a los habitantes de aquella región con ponderación. Sus descripciones de la geografía, los usos y costumbres de los habitantes orinoquenses, religión y lenguaje, se orientan a la valoración.


[1] Fundación Polar, Diccionario de Historia de Venezuela, tomo 2, p.501.

[2] Carlos Siso, La formación del pueblo venezolano (Estudios sociológicos), p.179.

[3] Ibídem, p.194.

[4] Ídem.

[5] Felipe Salvador Gilij, Ensayo de Historia Americana, p.143.

[6] Al respecto puede consultarse la revista Memorias de Venezuela, “Orígenes y supervivencia del casabe en Venezuela”, julio-agosto 2008, Nº 4, pp.54-57.



Fuentes consultadas

• Referencias

BIBLIOTECA AYACUCHO
Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina. Caracas, Monte Ávila Editores, 1995.

FUNDACIÓN POLAR
Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Exlibris, 1997.

• Artículos

“Orígenes y pervivencia del casabe en Venezuela”. Revista Memorias de Venezuela. Nº. 4. (Caracas, julio-agosto, 2008), pp. 54-57.


• Libros.

-AGUIRRE ELORRIAGA, Manuel
La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, s/e, 1941, pp.253.

-GILIJ, Felipe Salvador
Ensayo de Historia Americana. Caracas, Petróleos de Venezuela. 1992. 4 v.

-GUMILLA, JoséEl Orinoco Ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1963, pp.519.

-KONETZKE, Richard
América Latina. La Época Colonial. (Pedro Scaron, Trad.). México, Siglo Veintiuno Editores, 1979, pp.397.

-NAVARRO, Nicolás
Los jesuitas en Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1940, pp.77.

-QUINTERO, Gilberto
EL Teniente de Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Aproximación a su estudio histórico jurídico. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1996, pp.432. (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 231)

-PINEDA, Rafael
Retrato hablado de Venezuela. Caracas, Lagoven, 1980, 2 v.

-SISO, Carlos
La formación del pueblo venezolano (Estudio sociológico). Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1986, pp.475.

-TAVERA-ACOSTA, Bartolomé
Anales de Guayana. Caracas, Cámara venezolana de Fomento, 1954, pp.605.


Félix Alberto Ojeda - Enero 2009
Escuela de Histoia UCV

3 mar 2009

Culturas aborígenes de la región centro norte de Venezuela y resistencia indígena.

La Región centro-norte de Venezuela, específicamente las áreas comprendidas actualmente por los Estados: Aragua, Miranda, Vargas y Área Metropolitana, fueron pobladas en sucesivas oleadas provenientes del sur de Venezuela, los primeros grupos humanos que llegaron a esta región centro norte emigraron desde el Orinoco a partir del siglo III según restos Arqueológicos hallados a las orillas del Caroata, Baruta, Hatillo, Fila de Mariche y El Pinar, estos grupos humanos poblaron las regiones mediante la tala y la quema (tradición de las cultura de barrancas en el bajo Orinoco) pero desaparecieron junto a la antigua vegetación cuyas causas están aun en investigación, surgen otras oleadas entre los siglos X y XII que formaron numerosos asentamientos1 que a través del tiempo formaría a los poblados indígenas llamados Teques, Toromayma, Arvacos, Mariches, Meregotos, Quiriquires, Guarenas, Tarmas, Charagatos, Esmeregotos, Baquiracotos, Caracas, entre otros. Por lo que es fácil concluir que nuestros orígenes se remontan a las soberbias y guerreras culturas de raza Caribe amazónico.

Ya entrados al siglo XV, existieron poblaciones indígenas en que su idioma caribe y la cultura Indígena tenían mucha similitud en su relación con la naturaleza, y lo vemos en las toponimias tales como catuchequao, toromayma, etc. Su relación con el mundo en el ámbito mágico-religioso se expresaba en sus danzas como la Itanera, las actividades de los curanderos chamanes o piache, en la conexión con su mundo abstracto para curar mediante hierbas las enfermedades de la comunidad, también esta simbiosis con su entorno se observa en la presencia de alabanzas o adoraciones a elementos naturales como el sol, la luna, montañas, ríos, etc.

Dentro del aspecto económico, convivían diferentes formas de producción, unos ya practicaban la agricultura (conuco) y la domesticación, grupos sedentarios, mientras que otros grupos indígenas se mantenían mediante la caza, pesca y recolección, nómadas o ambas formas de producción inclusive, llamadas mixtas. Entre estos grupos practicaban el trueque y se caracterizaban ambos (sedentarios y nómadas) por su modo de vida en colectividad y que sólo en caso de guerra, elegían a un jefe principal por sus dotes guerreros y por su destreza física. Cada asentamiento indígena tenia una población entre 180 y 150 personas, cada vivienda tenían entre 25 a 30 personas y los poblados tenían entre 6 a 8 casas.2

La llegada de los españoles desde 1560, representó un golpe mortal a la cultura aborigen, pues en esta llegada había contenido dentro de sí, la sed enfermiza por el oro que se hallaban en las minas, por ejemplo de San Diego, y el irrespeto absoluto a los derechos de los indígenas sobre sus posesiones, sólo le interesaba al invasor español la mano de obra forzada de los indios y el dominio de las tierras, por estas intenciones que ya venían aplicándose por toda la región venezolana, los Indígenas responden en su justa defensa resultando en cruentas batallas donde se mostró las fauces genocidas de los conquistadores, las hambrunas endémicas generalizadas en los poblados indígenas, las enfermedades por esa falta de alimentos y otras pestes que trajeron los españoles (viruela del año 1580 entre otras pestes), el subyugamiento y desplazamiento de los asentamientos indígenas que redujeron sus emporios dramáticamente, tristemente fue el resultado de la llegada española a esta región. Estas invasiones fueron las dirigidas por Francisco Fajardo, Luis de Narváez, Juan Rodríguez Suárez, Diego de Losada, Gabriel de Ávila, Garcí González de Silva, etc. Las cuales en su oportunidad, fueron rechazadas heroicamente por nuestros indígenas, donde figuraron lideres como Guaicaipuro, que logró confederar, los grupos indígenas más importantes y aguerridos de la región secundado por los heroicos: Cacique Terepaima, Paramaconi, Guaicamacuto, Paramacay, Urinare etc., guerra que desmoronó en varias oportunidades los intentos de los españoles de asentarse en el valle3 donde estaba el pueblo Toromaymas, y de fundar la ciudad de Caracas -llamada así por la abundante presencia de esta planta- probablemente sea esta una de las causas de que nuestra capital no tenga acta de fundación ni fecha precisa comprobada con dicho documento.4

Pero muchas fueron las adversidades que pasaron nuestros guerreros indígenas, y el imperialismo español con apoyo de Piratas Corsarios Franceses, y algunos indígenas traidores, logrando quebrar la resistencia indígena que entre otras acciones fue el vil asesinato del líder Guaicaipuro en una cobarde celada enviada por Losada y dirigida por Francisco Infante, “El cacique Guaicaipuro es sustituido por Conopoima quien muere en la batalla de 1573 en el peñón de Los Teques contra Garcí González De Silva”4, lo mismo también sucedería con un gran representante de la resistencia indígena el Cacique Tiuna que fue asesinado por un indígena traidor.

El régimen de encomienda se instaura en la región centro norte, siendo la encomienda, una empresa que confía la monarquía española al conquistador y se realiza mediante la asignación de uno o varios asentamientos indígenas para utilizarlos en la explotación de los recursos naturales obteniendo el provecho del mismo, en el caso de Los Teques, dominio de Guaicaipuro, se repartió en siete encomiendas, la de Pedro Matheus, Marco Gómez de Cascajales, Agustin de Ancona, Francisco Román, Hernando de la Cerda, Francisco Maldonado y Francisco Maestre, pero muchas de estas fueron abandonadas y a tal punto de preocupar a los Gobernadores españoles debido también a el continuo asedio de los indígenas, estos abandonos se traspasaron bajo la figura jurídica de dejación a otros españoles como el caso de las encomiendas de Pedro Matheus el 05 de marzo de 1568, este particularmente generó un pleito5 entre Cristóbal Cobos y Andrés González por el control de esta encomienda y que reclamaban derechos sobre la misma, pleito que duro años y continuo después, el análisis de los documentos de este pleito nos ha dado luces para el estudio sobre este periodo ya que el conflicto eran sobre todo por los grupos indígenas donde vivió el Cacique Guaicaipuro.

Sin embargo, la resistencia se mantuvo contra la invasión y el avance español, resistencia que hoy en día llevamos en nuestra herencia de pueblo mestizo y que nos obliga a nunca olvidar aquellos héroes que derramaron su sangre por la dignidad de una cultura ancestral y la permanente reivindicación de estos valores a través de una revisión de nuestra mentalidad.

[1]SANOJA, Mario El agua y el poder,
[2] DE ARMAS CHITTY, José. Caracas, origen y trayectoria de la ciudad.

[3] Archivo Nacional. Sección Encomiendas, tomo III, folios 92 vuelto 116 en Francisco Alejandro VARGAS, Guaicaipuro , el Cacique de los Teques, 2001, Pág. 81.

[4] CUADERNOS DE HISTORIA REGIONAL, gobierno del Estado Mirando, Los Teques. 1981. Pág. 11

[5] MARÍA, Nectario. Indios teque y el cacique guaicaipuro.

Alejandro Ayala - Javier Villamizar -
Escuela de Historia UCV

    Algunas sentencias del ideario de Simón Rodíguez:

    «El hombre no es ignorante porque es pobre, sino lo contrario»

    «Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser un equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque»

    «No hay interés donde no se estrevé el fin de la acción. Lo que no se hace sentir no se entiende, y lo que no se entiende no interesa. Llamar, captar y fijar la atención, son las tres partes del arte de enseñar. Y no todos los maestros sobresalen en las tres»

    «El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender, ni al que aconseja que se aprenda. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñado virtualmente todo lo que se aprende después, porque enseñó a aprender»

    «No hay oveja que busque al pastor, ni muchacho que busque a maestro»

    «Enseñen los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les mande hacer; se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, no a la costumbre como los estúpidos»

    «La ignorancia es la causa de todos los males que el hombre se hace y hace a otros; y esto es inevitable, porque la moniciencia no cabe en un hombre: puede caber, hasta cierto punto, en una sociedad (por el más y el menos se distigue una de otra). No es culpable un hombre porque ignora - poco es lo que puede saber -, pero lo será si se encarga de hacer lo que no sabe.»

    «Acostumbrese al niño a ser veraz, fiel, servicial, comedido, benéfico, agradecido, consecuente, generoso, amable, diligente, cuidadoso, aseado; a respetar la reputación y a cumplir con lo que promete. Y déjense las habilidades a su cargo; él sabrá buscarse maestros, cuando joven.

    «Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad. Estas obligaciones son las que llamamos hábitos.»

    «Enseñen, y tendrán quien sepa;'eduquen, y tendrán quien haga.»

    «Toca a los maestros hacer conocer a los niños el valor del trabajo, para que sepan apreciar el valor de las cosas.»

    «Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra».

    «Enseñar es hacer comprender; es emplear el entendimiento; no hacer trabajar la memoria»

    «El maestro de niños debe ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad»

    «Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.»

  • El Anterior extracto es del libro de: Rumazo Gonzalez, Alfonzo; "Ideario de Simón Rodríguez"; Ediciones Centauro; 1980; Caracas; Venezuela.

2 mar 2009

LA TRAGEDIA DEL GENERALÍSIMO

En 1812, el joven Simón Bolívar es puesto por el Generalísimo Francisco de Miranda al frente de la más importante plaza militar que la naciente República de Venezuela tenía: El Castillo de San Felipe de Puerto Cabello. Ahí, el incipiente militar caraqueño, víctima de la traición y la felonía de unos de sus colaboradores, Francisco Vinoni, pierde la plaza a manos de los realistas y dio al traste con las posibilidades de consolidar el proyecto republicano de los venezolanos. Esta acción obliga a Miranda a realizar una Capitulación ante el General Domingo Monteverde, máximo jefe realista de Venezuela. Los términos de la capitulación fueron suficientemente claros: el respeto a la vida y la libertad de los actuantes en la Revolución de abril de 1810; punto que no era negociable. Sin embargo, Monteverde traiciona a Miranda violando el acuerdo y comienza una cacería de brujas en todo el territorio.

Ante esta situación Miranda decide abandonar el país y refugiarse en la Nueva Granada, bajo el cobijo de Nariño, para buscar nuevas fuerzas que ayudaran a retomar el control militar y político de la naciente República. Esto es referido por el hermano Nectario María, quien sostiene que: … “Miranda le manifestó [a Pedro Gual] su plan de irse a la Nueva Granada, donde contaba con Nariño, que era su amigo; y con los recursos que se pudieran llevar y los que probablemente tuvieran allí, seguir luchando y volver a Caracas ‘sin correr los riesgos de toda clase de que estamos amenazados aquí en este momento’.”. Sin embargo, todos los esfuerzos del Precursor fueron en vano, pues el 30 de julio de 1812, Miranda es entregado a Manuel María de las Casas al ejército realista, oficial que estaba a cargo de la plaza y el doctor Miguel Peña, máxima autoridad civil de La Guaira. La noche del 29 algún dinero que embarcó en el Saphiree, barco inglés que le ofreció llevarlo hasta su posible destino en Nueva Granada.

Las fuerzas militares realistas hacen prisionero a Miranda y lo encarcelan en las frías mazmorras del castillo de La Guaira para luego, en el primer tercio del año 1813, ser trasladado, como un acto de humillación, a los calabozos del Castillo de Puerto Cabello, sitio donde en 1806 estuvieron presos sus compañeros expedicionarios y diez de ellos fueron ahorcados. Desde Puerto Cabello Miranda envía sendas comunicaciones a las Cortes de Cádiz, buscando salvaguardar la integridad de su vida, así como la solicitud expresa de que las condiciones de la Capitulación fueran respetadas y cumplidas por los realistas.

A finales del año 13, las autoridades españolas decidieron, producto de los levantamientos en Nueva Granada y las provincias de Venezuela y Caracas, trasladar a Miranda hacía las cárceles españolas. En comunicación enviada por el Gobernador de la isla, éste recomienda el traslado del peligroso reo a la península, ya que “no era posible mantener allí por más tiempo la persona de Miranda, pues por más cautelas que tomasen, por más respetable que fuese la guardia, nada bastaba para precaver los recelos que causaba un hombre enviado de Caracas con orden de echarlo a la mar en caso de aventurarse su seguridad, y no ocurriendo otra providencia más prudente que la de dejarlo donde no tuviese conocimiento, había determinado embarcarlo en el Bergantín Alerta que salía pronto para que fuese encerrado donde y como se merecía”.

Miranda llegó a Cádiz el 5 de enero de 1814, siendo inmediatamente puesto a las órdenes del Capitán General don Cayetano Váldes, quien decidió que el sitio más seguro era el Arsenal de La Carraca, situado al fondo de la bahía de Cádiz y al sureste de la ciudad. Esta cárcel constituía, por sus condiciones naturales, así como por su emplazamiento, un sitio inexpugnable y pertinente para la reclusión de tan peligroso reo de Estado. Miranda, mientras estuvo ahí, fue alojado en una de las cuatro torres que conformaban el Arsenal de La Carraca y recibió todas las comidas desde una fonda destinada al personal que laboraba en el Arsenal. Entre el 25 de marzo y el 13 de julio de 1816, la salud del caraqueño universal deterioró drásticamente, tanto así que fue preciso trasladarlo a la enfermería con esperanzas de que los medicamentos y cuidados hicieran mejorar su condición; lo cual resultó infructuoso. El 14 de julio, un día como hoy, fallece entre espasmos y dolores en la zona abdominal. De este hecho no existen mayores referencias, pues el archivo donde reposaba el parte médico desapareció producto de un incendio. El imperio español le ganó una batalla a Miranda, aunque las causas de su muerte están por investigarse.

El Gobierno Revolucionario y Socialista de la Alcaldía Metropolitana de Caracas quiere rendir un homenaje póstumo a la memoria del caraqueño que entregó su vida por la causa de la libertad, la igualdad y la fraternidad y que junto con Bolívar, hizo de la ciudad de Caracas la cuna de las ideas revolucionarias. Larga vida a la memoria de Don Francisco de Miranda, el caraqueño rebelde e insurgente.


(Miércoles, 25 de julio de 2007)

DIRINVESTHIST