4 mar 2009

ESQUEMA SOBRE LA IMAGEN EN LA OBRA DE FELIPE SALVADO GILIJ: “MODO DE HACER EL PAN LLAMADO CAZABE”



Gráfica nro. 1 - Mateo González, Modo de hacer cazabe de los indios del Orinoco, del libro de José Gumilla, Orinoco Ilustrado y defendido. España, 1791.

Gráfica nro. 2 - Dibujo di Nicoló Guerrini y grabado de Francesco Faccenda, MODO DE HACER EL PAN LLAMADO CAZABE, del libro de Felipe Salvador Gilij, Ensayo de Historia Americana, Roma 1782


Datos del documento.


Nombre.
Modo de hacer el pan llamado maíz.

Fecha y lugar del documento.
Roma, 1782.

Descripción del documento.
Versa sobre un grabado aparecido en la obra, Ensayo de Historia Americana, del misionero italiano Felipe Salvador Gilij. En el grabado, se visualizan cinco mujeres dedicadas a la elaboración de alimentos. Dos de las mujeres se ocupan de elaborar cazabe: una de ellas raya la yuca y; la otra exprime la pulpa en el sebucán. Las mujeres restantes, en un mismo pilón, producen harina para elaborar arepas. También se observan dos viviendas de paja bien elaboradas. El dibujo y el grabado, Modo de hacer el pan llamado maíz, estuvo a cargo de Liboro di Nicoló Guerrini y Francesco Faccenda, respectivamente, en el taller romano de Luigi Perede, en 1782.

Naturaleza y circunstancias del texto

El documento ―que en este caso se trata de una imagen―, podríamos decir que es la obra de tres autores. Apareció publicado en la obra del misionero jesuita Felipe Salvador Gilij, y fue elaborado por él conjuntamente con dos artistas en Italia. Es un grabado inspirado en la estética neoclásica, una tendencia artística que imitaba las formas antiguas y que recuerdan a las estatuas grecorromanas. Del mismo modo que en las esculturas griegas, la mirada de las mujeres se dirige a otra parte que no es la de sus ocupaciones, como si sus miradas se perdieran en la lejanía del horizonte. El cabello es finamente ondulado, a la moda de la antigüedad. Más que indígenas, las mujeres del grabado se asemejan a las Musas Griegas.
Para reproducir las imágenes grabadas en el libro de Gilij, los artistas se valieron de la técnica del buril, un método de impresión muy popular durante el siglo XVIII, que consistía en hacer incisiones a una plancha de metal, en esas incisiones de la plancha se depositaba la tinta.
Parece muy probable que el mismo Gilij haya participado en la elaboración del grabado. Luego de decretarse la expulsión de los judíos de los territorios americanos, Gilij volvió a Italia y ejerció como docente universitario, pero se vio obligado a acatar el decreto de extinción de la Compañía de Jesús en 1773. “…Residenciado en Roma, comparte el ocio forzado del destierro con su vocación de escritor orinoquense…”.
Dejando de lado las figuras imaginarias de las mujeres indígenas en el grabado, las cuales parecen cumplir más un rol estético en el diseño; el resto de la impresión es verosímil. Lo que deseaban los artistas italianos era mostrar el proceso productivo para la elaboración de alimentos. Como refiere Carlos Siso, autor de uno de los primeros trabajos dedicados al estudio de la población venezolana, las mujeres eran las encargadas de las funciones domésticas en las comunidades indígenas: “En las tribus indias los hombres se dedicaban a la guerra, a la caza y a la pesca, y las mujeres eran las que se ocupaban de cultivar el conuco, de sembrar el maíz y la yuca, de las labores de la casa y de todo cuanto era necesario…” . Por otra parte, puede que el diseño de las vestimentas no fuera como aparece en el grabado; pero es cierto que las comunidades indígenas misioneras utilizaban finas vestimentas, esto también lo refiere Siso: “Los indios establecidos en los `Pueblos de Misiones´ llegaron a tener tal perfección en sus oficios, que los misioneros se jactaban de que ellos estaban mucho más adelantados en los ramos de las industrias de carpintería, herrería, zapatería, curtimbre y tejidos de telas, que los obreros de las ciudades…” . Más adelante, este mismo autor, citando al Superior de las Misiones del Caroní agrega: “Nos sorprendió, decía el Prefecto de las Misiones Catalanas del Caroní, la llegada de España en el año 1765 de algunos legos tejedores y carpinteros, porque en todas las Misiones de esta provincia abundan los telares, los tejedores y carpinteros…” . Esto demuestra que, además de abundancia de telas y buenos tejedores para la época en que se encontraba Felipe Gilij en las Misiones del Orinoco, poseían hábiles carpinteros, por lo que es muy probable que las viviendas de los poblados indios hubieran sido bien elaboradas como aparecen en el grabado.
Desde la época en que Gilij estuvo en las Misiones del Orinoco, el proceso de elaboración del casabe casi no se ha alterado. A pesar de existir en la actualidad técnicas industriales para hacer el casabe, la única modificación ha sido prescindir del sebucán por una prensa moderna. El resto del proceso de producción casi no ha variado de como lo describe Gilij.
La materia prima para la elaboración del casabe es la yuca. De ella se elabora desde la época precolombina el casabe, torta seca, delgada y blanca, con poco almidón y rica en fibras, sustituto del pan en casi todo el oriente y sur de Venezuela. De la yuca se conocen dos tipos: yuca dulce y yuca amarga. La yuca amarga, o yuca brava como también se le conoce, es la variedad de la que se obtiene el casabe. Su nombre se debe a la alta concentración de ácido cianhídrico que posee esta raíz, este ácido hace que la yuca amarga sea altamente venenosa, como afirma Gilij: “El tallo de las yucas dulces ordinariamente es blancuzco. Pero se hallan agrias que lo tienen también blanquísimo. Es necesario, pues, para no equivocarse, tener cautela, ya que se puede tragar un veneno si se come de la agria (…) El jugo de sus raíces, del cual diremos en otro lugar, es un veneno potentísimo”. El modo de preparar el casabe no es mencionado por Gilij, suponemos que no dio detalles al respecto por conocer la obra del Padre José Gumilla, que al igual que Gilij, escribió su relación de las Misiones orinoquenses pocos años antes que Gilij, en 1741, y con el cual Gilij compartió estadía en el Alto Orinoco y quien si hace detallada descripción del modo de preparar el casabe.
Los aborígenes lograron descubrir hábilmente el modo de extraer el veneno de la planta a través de un ingenioso instrumento: el sebucán. El sebucán es un tejido tubular alargado hecho con fibras de palma de moriche y con un asa en cada extremo.
El primer paso para la elaboración del casabe es rallar la yuca, para esto los indígenas contaban con un rallo de madera alargado que llegaba desde el suelo hasta poco más arriba de la cintura, dentado con piedrecillas afiladas, astillas de hueso, gruesas espinas de pez incrustadas y pegadas con resina. Luego de rallar la yuca, la pulpa, era introducida en el sebucán y, recibiendo presión contraria en ambos extremos, arriba y abajo, se extraía el mortífero veneno llamado yare, con el cual los indígenas preparan salsas y bebidas alcohólicas, luego de ser sometido a proceso de cocción. Una vez extraído el jugo venenoso, de la pulpa se hacían tortas redondas para ser colocadas sobre un budare ya caliente, y allí se dejaban cocer por ambos lados aproximadamente tres minutos. Una vez lista la torta, se ponía al sol o se comía fresca.
El grabado aparecido en el libro de Felipe Gilij sería reproducido casi una década después, en 1791, para la tercera edición del libro de José Gumilla, llamado El Orinoco Ilustrado y defendido. El grabado fue obra del español Mateo González (Arriba-Gráfica nro. 1), el estilo elegante del neoclásico se perdió, ya no aparecen unas mujeres que encarnan diosas griegas; sino más bien unas campesinas europeas despojadas de ropa.
La obra que mejor recoge la información acerca de los grabados, tanto de Gilij como de Gumilla, y otra serie de grabados realizados durante el período colonial es Retrato hablado de Venezuela, escrita por el historiador guayanés Rafael Pineda. Es un estudio de lectura ameno, contiene una variedad importante de grabados coloniales y resulta una fuente imprescindible para la investigación histórica de las imágenes en Venezuela.


El momento histórico

Las expediciones de reconocimiento de europeos en el río Orinoco fueron tardías y estuvieron asociadas a la idea de encontrar las fastuosas riquezas de El Dorado. Por el Bajo Orinoco, es decir, la parte norte donde esta su desembocadura en el Atlántico, desfilaron a partir de finales del siglo XVI las naos de los españoles Diego de Ordaz, Alonso de Herrera, Jerónimo Hortal y Antonio de Berrios, junto al pirata inglés Walter Raleigh. Estas primeras expediciones no aportaron nada a la colonización del territorio guayanés. En el Alto Orinoco, en febrero de 1569, saliendo de Santa Fe de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada inicia una expedición buscando El Dorado hacia Guayana; al cabo de dos años y medio, regresa junto con sus acompañantes a Bogotá.
La provincia de Guayana unida a la de Trinidad desde 1585, dependería de la provincia de Santa Fe desde 1591 hasta 1729. En ese año, mediante una real cédula, Guayana pasó a formar parte de la provincia de Nueva Andalucía, desapareciendo como provincia. En 1762 se creó otra vez la Provincia de Guayana y se decidió que Guayana nuevamente sería parte de Santa Fe, que para ese momento se había convertido en virreinato. Para 1766 pasa definitivamente a formar parte de la provincia de Caracas.
La colonización de la franja sur del Orinoco fue obra casi exclusiva de los misioneros jesuitas; pero para establecerse se toparon con serias dificultades. En 1669 bajaron desde Santa Fe de Bogotá por el río Meta los frailes Antonio Monteverde y Antonio Castán, y fundaron cerca de donde se une el Meta con el Orinoco el pueblo de Nuestra señora de Sálibas; pero no duró mucho esa misión, pues al año siguiente fallecieron los misioneros.
Luego de varios intentos fallidos por establecerse en las márgenes del Orinoco, en 1679, los Superiores de la orden jesuita en Santa Fe dispusieron enviar a los padres Ignacio Fiol y Felipe Gómez. Las noticias alentadoras de estos frailes, llevaron a los Superiores a enviar otro contingente de frailes a esa región, los cuales llegaron en 1682. Pero una rebelión de los indios destruyó los establecimientos misioneros, incendiaron los poblados y asesinaron a los frailes, salvándose sólo el Padre Julián Vergara. A raíz de este tropiezo los Superiores jesuitas detendrían su acción colonizadora en el Alto Orinoco.
La aventura colonizadora fue retomada años más tarde, al principio del siglo XVIII, por la valentía del Padre José Gumilla. La proeza de Gumilla se mantuvo por su celo de mantener escolta militar en los poblados misioneros, para contrarrestar las arremetidas belicosas de los caribes, estas primeras comunidades se componían de población indígena y estaban apartados de las poblaciones españolas. Gracias a la eficiente labor de Gumilla, los jesuitas pudieron establecerse en el Alto Orinoco, y más tarde, comenzarían a llegar más misioneros, entre los que se cuenta el Padre Felipe Salvador Gilij.

El autor y la obra

Felipe Salvador Gilij era natural de Italia, nació en Lagogne, en 1721. Perteneció junto a Gumilla, a la generación de ilustrados jesuitas. Se graduó de filosofía y teología en la Universidad Javeriana de Bogotá y luego fue misionero durante diecisiete años en el Orinoco. Durante este tiempo, Gilij logró compenetrarse íntimamente con el mundo indígena. Fue después rector de colegios religiosos en Potenza y Orvieto y colaborador en La Idea dell`Universo, obra famosa de Lorenzo Herbás y Panduro.
Buena parte de la obra de Gilij se ha perdido. Su Ensayo de Historia Americana, tiene un valor incuestionable para la historia de la región del Orinoco. Su crónica se sale de lo habitual para la literatura de la época al considerar a los habitantes de aquella región con ponderación. Sus descripciones de la geografía, los usos y costumbres de los habitantes orinoquenses, religión y lenguaje, se orientan a la valoración.


[1] Fundación Polar, Diccionario de Historia de Venezuela, tomo 2, p.501.

[2] Carlos Siso, La formación del pueblo venezolano (Estudios sociológicos), p.179.

[3] Ibídem, p.194.

[4] Ídem.

[5] Felipe Salvador Gilij, Ensayo de Historia Americana, p.143.

[6] Al respecto puede consultarse la revista Memorias de Venezuela, “Orígenes y supervivencia del casabe en Venezuela”, julio-agosto 2008, Nº 4, pp.54-57.



Fuentes consultadas

• Referencias

BIBLIOTECA AYACUCHO
Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina. Caracas, Monte Ávila Editores, 1995.

FUNDACIÓN POLAR
Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Exlibris, 1997.

• Artículos

“Orígenes y pervivencia del casabe en Venezuela”. Revista Memorias de Venezuela. Nº. 4. (Caracas, julio-agosto, 2008), pp. 54-57.


• Libros.

-AGUIRRE ELORRIAGA, Manuel
La Compañía de Jesús en Venezuela. Caracas, s/e, 1941, pp.253.

-GILIJ, Felipe Salvador
Ensayo de Historia Americana. Caracas, Petróleos de Venezuela. 1992. 4 v.

-GUMILLA, JoséEl Orinoco Ilustrado y defendido. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1963, pp.519.

-KONETZKE, Richard
América Latina. La Época Colonial. (Pedro Scaron, Trad.). México, Siglo Veintiuno Editores, 1979, pp.397.

-NAVARRO, Nicolás
Los jesuitas en Venezuela. Caracas, Tipografía Americana, 1940, pp.77.

-QUINTERO, Gilberto
EL Teniente de Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Aproximación a su estudio histórico jurídico. Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1996, pp.432. (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 231)

-PINEDA, Rafael
Retrato hablado de Venezuela. Caracas, Lagoven, 1980, 2 v.

-SISO, Carlos
La formación del pueblo venezolano (Estudio sociológico). Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1986, pp.475.

-TAVERA-ACOSTA, Bartolomé
Anales de Guayana. Caracas, Cámara venezolana de Fomento, 1954, pp.605.


Félix Alberto Ojeda - Enero 2009
Escuela de Histoia UCV

1 comentario:

seijas adrian dijo...

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